La congestión nasal se produce al inflamarse la membrana que cubre la nariz, lo que origina una obstrucción que provoca dificultad para respirar a través de las fosas nasales. Generalmente está causada por un virus o bacteria, y el origen abarca desde un resfriado común a la gripe o a la infección sinusal, por lo que es un síntoma habitual de afecciones como el catarro, la gripe, alergias, sinusitis, faringitis…
¿Cómo es nuestra nariz?
La nariz constituye la puerta de entrada del aire al tracto respiratorio superior.
La parte superior de la nariz o puente nasal está compuesto por los huesos nasales, la parte del maxilar superior y la parte nasal del hueso frontal. Es decir, es ósea. En cambio, la parte inferior de la nariz está formada por cartílagos.
En el interior de la nariz se encuentra el tabique nasal, que es en parte óseo y en parte cartilaginoso, y divide la cavidad nasal en las dos fosas nasales, las cavidades situadas sobre la boca. Estas se abren al exterior por dos aberturas denominadas orificios nasales o narinas, que por fuera están limitadas por las alas de la nariz y, por dentro, se hallan comunicadas con la faringe por dos orificios posteriores, llamados coanas.
Además, en las paredes laterales de las fosas nasales se encuentran unos huesos esponjosos llamados cornetes. Debajo de cada cornete existen unos espacios denominados meatos, que son los que comunican la nariz con los senos paranasales.
En su interior, las fosas nasales tienen pelos, cortos y gruesos, denominados vibrisas nasales, que sirven para filtrar el aire inspirado. Revistiendo las paredes internas también existen unas células secretoras de moco, a las que se adhieren las partículas de polvo que ingresan con el aire inspirado.
Más profundamente, las fosas nasales están recubiertas por la pituitaria, que tiene dos regiones, amarilla y roja. La pituitaria amarilla, de apenas unos 2 centímetros cuadrados de superficie, está formada por células sensitivas, capaces de captar los miles de olores presentes en el aire. Estas células están conectadas con el sistema nervioso central, al cual envían dichas sensaciones olfativas.
Por su parte, la pituitaria roja está recorrida por gran cantidad de vasos sanguíneos y es la parte de la nariz encargad de calentar y humedecer el aire que respiramos.
¿Para qué sirve la nariz?
La nariz constituye la puerta de entrada del aire al tracto respiratorio superior. Es decir, es el órgano que nos permite respirar. Además, filtra este aire con el fin de eliminar el polvo, los gérmenes y cualquier partícula irritante que pueda contener. Posteriormente, lo calienta y humedece para evitar que los pulmones y los tubos que conducen a ellos se resequen.
La nariz es también el órgano del olfato. Puede percibir hasta diez mil olores diferentes, gracias a que las células nerviosas que contiene están recubiertas por unos pelitos microscópicos llamados cilios. Cuando las moléculas del olor que transporta el aire entran por la nariz, estimulan a los cilios, que empiezan a producir señales nerviosas. Posteriormente, el nervio olfativo transmite estas señales al bulbo olfativo, que se encuentra en la parte superior de la cavidad nasal, debajo de la parte frontal del cerebro. Este último se encarga de interpretar las señales nerviosas e identificar el olor correspondiente.
Por último, la nariz contribuye también a potenciar el sentido del gusto.
¿Qué problemas afectan a la nariz?
Todos conocemos los problemas más frecuentes de la cavidad nasal, como son las alergias, resfriados, infecciones u otras afecciones que pueden hacer que la nariz funcione de manera menos eficiente y no cumpla con sus funciones. Cuando esto ocurre, todo el cuerpo se resiente, porque aparecen las dificultades para respirar, se descansa peor y el bienestar del organismo se ve afectado.
Pero existen otras enfermedades que amenazan la salud nasal, entre las que destacan:
Pólipos nasales. Se trata de masas de tejido inflamado similares a sacos que se forman en el revestimiento de la nariz o los senos paranasales. Si son grandes, pueden bloquear estos últimos o la vía aérea nasal y producir congestión nasal, estornudos, dolores de cabeza y, en ocasiones, pérdida del sentido del olfato y/o del gusto. Parecen crecer debido a la inflamación e irritación prolongadas en la nariz causadas por alergias, asma o infecciones. Algunos medicamentos como los antihistamínicos o determinados aerosoles pueden aliviar los síntomas, pero los pólipos grandes solamente se pueden eliminar mediante cirugía.
Tabique nasal desviado. Es uno de los problemas de la nariz más frecuentes es el desvío de la pared que divide la cavidad nasal en dos mitades. Aunque puede estar presente desde el nacimiento, normalmente se produce como consecuencia de un golpe o traumatismo nasal o por el sobrecrecimiento del cartílago. El síntoma principal es la obstrucción nasal en el lado donde se encuentra la desviación, aunque también pueden darse sangrados de nariz, dolor de cabeza u obstrucción nasal en el lado contrario a la desviación. El tratamiento consiste en una cirugía llamada septoplastia, aunque solo se recomienda en caso de síntomas obstructivos.
Fracturas y traumatismos nasales. La nariz es la parte más prominente de la cara, por lo que no es de extrañar que las fracturas nasales sean las más frecuentes del esqueleto facial. Estos traumatismos nasales suelen estar causados por accidentes de tráfico y deportivos, agresiones o golpes accidentales.
Sinusitis. Los senos paranasales son cavidades llenas de aire, que se encuentran dentro de la cara y el cráneo y se comunican con la nariz. Estas cavidades sirven para calentar el aire que respiramos. Cuando se produce la inflamación de la mucosa que recubre estas cavidades es lo que denominamos sinusitis. Las causas de la sinusitis son muy diversas:
-Causas anatómicas: provocada por o un tabique desviado o cornetes agrandados en la nariz.
-Motivadas por el estilo de vida: incluyen el embarazo, el trabajo con niños y fumar.
-Causas inflamatorias e infecciosas: relacionadas con infecciones bacterianas, virales y fúngicas, así como alergias y pólipos.
-Trastornos del desarrollo: como la fibrosis quística.
Normalmente, la sinusitis se manifiesta con presión y dolor facial, moco abundante, obstrucción nasal, tos y debilidad en el sentido del olfato; aunque también pueden aparecer fiebre, dolor en los dientes o la boca y dificultad para respirar. Cuando los síntomas duran menos de tres semanas, se habla de sinusitis aguda, si se alargan entre tres semanas y tres meses, subaguda, y si la enfermedad persiste más de tres semanas se considera una sinusitis crónica.
Hiposmia y anosmia. Son dos trastornos relacionados con el sentido del olfato. Hiposmia es cuando se reduce la capacidad de detectar olor, y anosmia es cuando este sentido desaparece totalmente y la persona no puede detectar ningún olor. Las causas que desencadenan estos problemas son los traumatismos craneoencefálicos (golpes en la cabeza) o un proceso banal como pueden ser cualquier infección de las vías respiratorias.
¿Cómo se produce la congestión nasal?
Bacterias y virus pueden colonizar las vías respiratorias altas y desencadenar la cascada de reacciones fisiológicas que acaban provocando la sensación congestiva. Todo comienza cuando los tejidos que recubren la nariz se hinchan debido a la inflamación de los vasos sanguíneos, lo que genera esa dificultad respiratoria. Esta puede provocar así mismo otros síntomas como secreción o nasal o rinorrea y, si el exceso de moco baja por la parte posterior de la garganta, también tos o dolor de garganta.
¿Cuáles son sus síntomas?
El cuadro suele comenzar con molestias en la faringe.
Posteriormente, aparece la congestión nasal, acompañada de líquido nasal claro, que los siguientes días puede volverse espeso y sucio.
La congestión nasal puede también causar dificultades para respirar y descansar por la noche y, en general, afectar al bienestar del organismo.
Otros síntomas son: secreción nasal excesiva (rinorrea), si el exceso de moco baja por la parte posterior de la garganta, también puede producir tos o dolor de garganta.
¿Qué complicaciones puede generar?
La congestión nasal, a su vez, puede dar lugar a secuelas tales como sinusitis, otitis media, y la aparición o el empeoramiento de leves a graves trastornos del sueño, incluso algunos casos de apnea obstructiva del sueño, por la dificultad de respirar en posición horizontal.
¿Qué podemos hacer cuando tenemos la nariz congestionada?
El cuadro de una congestión nasal suele comenzar con molestias en las faringes.
Posteriormente aparece la congestión en la nariz, acompañada de líquido nasal claro, que en los siguientes días puede volverse espeso y sucio. La congestión normalmente desaparece por sí sola al cabo de una semana, pero durante este tiempo deben tomarse algunas medidas para:
Mantener el moco diluido, con el fin de drenarlo eficazmente de la nariz y los senos paranasales. Para ello, se deben beber muchos líquidos y, si es necesario, aplicar un paño caliente y húmedo en el rostro. También puede ser útil inhalar vapor unas tres veces al día o colocar un humificador en la habitación.
Eliminar el moco de la nariz mediante lavados nasales. Se pueden realizar lavados nasales con un aerosol de solución salina o un suero casero de agua y sal tres o cuatro veces al día, con el fin de conducir las mucosidades hacia la parte posterior de la nariz y la garganta. La Asociación Española de Fisioterapeutas recomienda hacerlo acostado o de pie con la cabeza inclinada hacia atrás y la boca cerrada y, al mismo tiempo que se instila el suero fisiológico en una de las fosas nasales y se cierra la otra con el dedo pulgar, realizar una inspiración rápida y profunda. A continuación, se debe toser o escupir las secreciones por la boca.
Sonarse la nariz correctamente para controlar la obstrucción nasal. En vez de apretarse con fuerza ambos lados de la nariz, se recomienda presionar fuertemente un solo lado de la nariz con el dedo disimulado bajo el pañuelo y soplar por el otro lado, con espiraciones nasales rápidas. Esta operación debe repetirse alternando los lados, con lo que se consigue un vaciado de las fosas nasales mucho más efectivo.
Evitar que la congestión empeore al acostarse. Para ello, es recomendable mantenerse en posición erguida dentro de lo posible y con la cabeza levantada, para lo que podemos valernos de almohadas o cojines. También pueden resultar útiles las tiras adhesivas que se venden en las farmacias para dilatar las fosas nasales, lo que facilita la respiración.
Si es necesario, se puede recurrir a algunos medicamentos sin receta como los antigripales, algunos antihistamínicos y los aerosoles nasales, aunque estos últimos no deben usarse durante más de tres días seguidos, a no ser que el médico indique lo contrario.
Publicado en: cinfasalud.com
Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico.