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Embarazo adolescente, prejuicios, sexismo, machismo, homofobia. Situación en Cuba

Embarazo adolescente, prejuicios, sexismo, machismo, homofobia. Situación en Cuba

«La educación integral de la sexualidad tiene que ser un puente que ayude a superar embarazos no planificados, pero también prejuicios, violencias, sexismo, machismo, homofobia y transfobia», apuntó Mariela Castro Espín, directora del Cenesex

Si se analizan los resultados de investigación obtenidos por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem) entre 1990 y 2018, sobre el comportamiento de la fecundidad adolescente en Cuba, muchas son las interrogantes y desafíos que saltan a la vista.

Acortar brechas en derechos y educación integral de la sexualidad

¿Por qué un país como Cuba, que desde hace seis décadas apuesta por sistemas de educación y salud gratuitos, con un programa de políticas sociales, que han empoderado visiblemente a las mujeres, tiene tasas de embarazo adolescente que se resisten a disminuir?

Si bien Cuba muestra uno de los indicadores más bajos de la región de América Latina y el Caribe en cuanto al embarazo adolescente, constituye una alerta que mientras la tasa global de fecundidad del país se ubica en 1,65 hijos por mujer, la de embarazo adolescente alcanza los 54,6 hijos por mil mujeres, mostrando el nivel de fecundidad en este grupo poblacional una tendencia al incremento oscilante desde el año 2006.

Así explicó Matilde Molina Cintra, subdirectora del Cedem, en el panel Educación Integral de la Sexualidad: un puente hacia la salud, celebrado en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) con motivo del Día Mundial de la Salud Sexual. Una alerta que este 26 de septiembre, al celebrarse el Día Mundial de prevención del embarazo no planificado en adolescentes, nos invita a reflexionar.

«Hoy estamos ante la presencia de una desarticulación dada por la persistencia de la fecundidad adolescente en condiciones de baja tasa global de fecundidad», explicó la especialista, para quien estas cifras evidencian que no existe total correspondencia entre los datos y las políticas y acciones que se han establecido en los programas destinados a las y los adolescentes relacionados con la salud sexual y reproductiva (SSR) en Cuba.

Este es uno de los elementos que obstaculizan el disfrute de la salud sexual y los derechos sexuales de las y los adolescentes, a pesar de los logros alcanzados en materia de educación integral de la sexualidad (EIS) en el país, explicaba en días recientes la doctora Mariela Castro Espín, directora del Cenesex, al inaugurar las jornadas Hablemos de Sexualidad: aprender para la vida.

«En el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1975, se acordó que la educación de la sexualidad sería responsabilidad del Estado cubano, reconociendo en la familia y la escuela las principales instituciones socializadoras de este encargo. Desde entonces, el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (Proness) ha evolucionado y se ha perfeccionado en el marco de esta política con una perspectiva de derechos humanos, género y diversidad que, dirigida por el Estado, facilita la participación articulada de diferentes actores sociales y legitima los procesos de cambios socioculturales necesarios para deconstruir el modelo de dominación patriarcal, que genera desigualdades y en el que son tan víctimas las mujeres como los hombres», señaló Castro Espín.

Embarazo adolescente

Justamente, algunos de los problemas que repercuten negativamente en la salud y bienestar de niñas, niños, púberes y adolescentes han sido identificados por el Proness, entre los cuales resaltan las contradicciones entre los diferentes actores, que intervienen en los procesos educativos relacionados con la educación integral de la sexualidad, y las debilidades en la preparación de docentes y personal de salud para el trabajo sobre educación y salud sexual con las familias.

La temprana edad de inicio de las relaciones sexuales, alrededor de los 15 años de acuerdo con las investigaciones, es una de las expresiones que visibilizan las brechas existentes en la EIS, del mismo modo que la elevada tasa de fecundidad en adolescentes, con las tan negativas repercusiones para su desarrollo.

El uso inadecuado de los métodos anticonceptivos en diferentes edades, los altos índices de interrupciones voluntarias de embarazos de muchachas entre los 12 y 20 años de edad, y la limitada existencia de servicios amigables de SSR especializados en adolescentes y jóvenes, son elementos a atender.

Pero, las estadísticas están indicando que existen causas y consecuencias no tan visibles, a las cuales hay que mirar en pos de lograr una EIS efectiva. Ellas están relacionadas con las determinantes sociales, un área a la que no siempre se le concede la debida importancia, pero que a la luz de las investigaciones revela su valía para la salud sexual y reproductiva, y en particular para la prevención del embarazo no planificado en adolescentes.

Siempre se habla, por ejemplo, de los daños a la salud que puede provocar una gestación cuando el cuerpo no ha madurado lo suficiente para ello, pero no se valora en su justa medida lo que sucede con esa adolescente desde el punto de vista social.

«Al perder años de estudio –comenta la subdirectora del Cedem– se desaprovechan oportunidades sociales y quedan en desventaja en relación con el resto de sus coetáneas y su situación social de desarrollo», lo cual se convierte en una premisa de desigualdad que arrastran luego en otros aspectos de su vida.

Asimismo, insistió en la heterogeneidad de la presentación de este fenómeno en las diferentes regiones del país y al interior de cada territorio, pues los niveles más elevados se concentran en el oriente y en las zonas rurales.

Una mirada diferenciada a las desigualdades de género

Las desigualdades de género tienen un papel relevante en la explicación de la maternidad y fecundidad adolescente. Así lo considera Molina Cintra, quien destaca cómo el proceso de toma de decisiones está mediado por elementos culturales sobre la masculinidad y feminidad, a los que se suman otros como la ausencia de negociación sobre el inicio de las relaciones sexuales y el uso de métodos anticonceptivos.

«Estas adolescentes poseen juicios y valores estereotipados y creencias erróneas sobre métodos anticonceptivos y aborto, todo ello cimentado por una cultura machista y el protagonismo del hombre ante su deseo, en lo cual se muestra una clara asimetría de poder al interior de las parejas, que redunda en una subordinación de la mujer y pobres habilidades sociales para la negociación en la toma de decisión en torno a la reproducción», dijo.

En este sentido resulta significativo lo que arroja la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG-2016), pues revela que junto al mito patriarcal, que ubica la maternidad como elección o destino de las mujeres, se añaden otros como que los hombres no pueden controlar su deseo sexual.

Otro de los estereotipos reflejados en la ENIG es que las mujeres deben siempre complacer sexualmente a sus parejas, afirmación que solo rechazó el 49 % de las personas encuestadas.

Resulta relevante que en la investigación la mayor parte de las respuestas apuntan a que los bebés necesitan más cercanía de la mamá que del papá, pues ellas son mejores para cuidarlos.

«Son concepciones que están muy vinculadas a la salud sexual y reproductiva y a factores que restringen la autonomía, la toma de decisiones y la educación de los y las adolescentes», insistió Molina.

Educar es prevenir

Una educación integral de la sexualidad de calidad es clave para prevenir no solo el embarazo adolescente, sino muchas problemáticas asociadas a la salud sexual y reproductiva. «Si no logramos una educación basada en el conocimiento científico, no habrá posibilidades para reflexionar y resolver conflictos, a la vez que se limitarán las posibilidades para el empoderamiento y para que esas adolescentes sean asertivas, puedan decir no o sí, según las situaciones y eventos que atraviesan sus múltiples historias de vida», valoró Molina Cintra.

«Se trata, dijo Manuel Vázquez Seijido, subdirector del Cenesex, de verla como un proceso más allá del ámbito de las instituciones de educación formal, cuyo objetivo es contribuir a la producción de herramientas de análisis crítico de la realidad, conocimientos, habilidades, actitudes y valores relacionados con la sexualidad, que deben revertirse en una visión emancipadora, no desde el ámbito jurídico familiar, sino de empoderamiento y disfrute de derechos y posibilidad de exigirlos en los diferentes contextos sociales».

«La educación integral de la sexualidad tiene que ser un puente que ayude a superar embarazos no planificados, pero también prejuicios, violencias, sexismo, machismo, homofobia y transfobia», apuntó Castro Espín. Debe promoverse ese tipo de aprendizaje como un derecho humano y una inversión para el desarrollo y bienestar.

A juicio de la experta, con una política de educación integral de la sexualidad no solo se contribuye a la protección de la población del embarazo adolescente no planificado, de infecciones de transmisión sexual, entre ellas el VIH-sida, de adicciones, coerción, abuso y explotación sexual, de ser víctimas de la trata y el tráfico de personas, sino que se potencia la capacidad de decidir y actuar con el sentido responsable de ser libres.

Publicado en: granma.cu


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